Otro fragmento bastante largo. No podía cortar antes, me emocioné al escribirlo... Aun así espero que os guste.
Poco a poco los días iban pasando. Se acercaba la ceremonia del cumpleaños de las princesas.
El palacio era un barullo de gente que iba de un lado a otro preparando la ceremonia.
Unos llevaban flores blancas para decorar cada pasillo y cada columna del palacio y otros arreglaban el salón de fiestas y preparaban las mesas para el banquete que se celebraría después de la ceremonia.
El salón en el que los sirvientes a cargo de organizar la ceremonia recibían a los mercaderes estaba lleno de mercaderes ofreciendo distintas mercancías para la decoración o accesorios para el atuendo de las princesas, unos sirvientes ofreciendo bebidas y pastas a los atareados mercaderes y otros sirvientes cargando con manteles, ramos de flores, vajillas y vestidos.
Aelithia y Sophiria no querían perderse el barullo y cuando podían se colaban en medio de la gente con la intención de ayudar.
- No os preocupéis, princesas, nosotros nos encargamos – Respondían todos a la pregunta de las pequeñas. – Debéis estar ocupadas preparando la ceremonia, no queremos molestarlas.
- Si preguntamos es porque no tenemos nada que hacer. – Dijo Sophiria tras muchos intentos fallidos de participar en la decoración.
- ¡Queremos ayudar! – Exclamó Aelithia harta de tantas negativas.
- Entonces venid conmigo, princesas. – Dijo una voz a su espalda.
Las dos niñas se giraron a la vez con una gran sonrisa en la cara.
- ¡Gracias, Alekian! – Exclamaron las dos felices por poder ayudar en algo.
- De nada, pequeñas. – Respondió Alekian sonriendo también y empezando a caminar.
Las dos pequeñas siguieron a ese amable caballero que era como un hermano para ellas.
Los padres de Alekian y los de las princesas habían sido buenos amigos y por ello Alekian y su familia habían frecuentado el castillo. Alekian y su hermana pequeña casi se habían criado en el castillo y por ello eran como hermanos de las dos princesas, la diferencia de edad entre los cuatro no había impedido que se entretuvieran días enteros jugando en los jardines del palacio, las calles de la ciudad y el bosque.
Por ello el día en el que Alekian llegó al palacio lleno de heridas y sangre, casi sin fuerzas y con una gran tristeza y desesperación en sus ojos las dos niñas no tardaron en acercarse a él y abrazarlo hasta que llegaron los reyes y le ofrecieron un hogar.
Un grupo de bandidos había tendido una emboscada a la familia de Alekian cuando se dirigían hacia el palacio. Nadie los notó hasta que una flecha atravesó el hombro del padre de Alekian.
Aquél hombre siempre había sido un gran guerrero, había servido al rey como general del ejército y combatía contra el rey en igualdad de condiciones, pero con su brazo hábil inmóvil y la cantidad de bandidos que le rodeaban dudaba de que pudiera proteger a su familia mucho rato.
- ¡¡Corred!! – Gritó a su mujer y sus hijos. – ¡Id a la ciudad y pedid ayuda!
Los tres comenzaron a correr con todas sus fuerzas mientras el hombre luchaba contra los que le rodeaban e intentaba detener a los bandidos que perseguían a su familia.
La madre de Alekian corría intentado poner a sus hijos a salvo. La hermana de Alekian, cogida de la mano de su madre, intentaba no caerse al correr. Alekian corría tras ellas cargando la espada que le había regalado su padre para su nombramiento como caballero.
De repente la madre de Alekian se giró desenvainando la espada que llevaba y parando la estocada de un bandido que había conseguido alcanzarles.
- ¡Alekian, coge a tu hermana y corre al palacio!
-¡¡¡Mamá!!! – Gritó la niña.
- Sigue a tu hermano, cariño, y no mires hacia atrás pase lo que pase. – respondió la mujer con una sonrisa en la cara. – No te preocupes.
Llagaron dos bandidos más.
–¡¡Corred!! – Exclamó ella mientras comenzaba a combatir contra los bandidos reteniéndolos.
–Suerte que aprendí a manejar la espada.
Alekian cogió la mano de su hermana y empezó a correr.
No quería mirar atrás, sabía que su padre no aguantaría más tiempo y que su madre pronto no podría contener a todos los bandidos que quedaban.
Él era el único que podría defender a su hermana llegado el momento. Aceleró. No podía dejar que los alcanzaran.
Notó un tirón en la mano, su hermana había tropezado. Se giró para ayudarle a levantarse.
Uno de los bandidos los había alcanzado, un arquero, y había disparado.
Una flecha sobresalía de la espalda de la pequeña.
- Hermanito, duele. – Dijo la niña con lágrimas en los ojos.
- Tranquila, enseguida iré a por ayuda. – Respondió Alekian intentando darle esperanzas a su hermana. – Espera solo un ratito.
Alekian desenvainó la espada y corrió hacia el bandido.
Anterior Siguiente
Parece que me he pasado un poquito, en el word no parecía tan largo.
ResponderEliminarEspero que no me llaméis cruel por tratar mal a mis personages...
De longitud va bien, supongo que la pque que se queja es por fastidiar jajaja
ResponderEliminarBueno mi vida continua así y sigue escribiendo