Estrellas gemelas 15

Aún no termina esta primera parte, se está haciendo larga. pero ya falta menos.

El murmullo se extendió entre la multitud que observaba cómo la ceremonia pasaba a un segundo plano y el grupo de hombres se quedaba con la atención.

- Este pequeño monstruo tiene los poderes del pueblo oscuro. – Dijo Serian como si fuera una sentencia de muerte.

- ¡¿Y qué problema hay con eso?! – Exclamó Alekian. – ¡También tiene los poderes del agua, el fuego, el viento y la tierra! ¿Sólo le recriminas por tener el de la oscuridad?

- Entre los aquí presentes hay gente que domina el agua, gente que domina la tierra, gente que domina el fuego y gente que domina el viento, todos ellos poseen los dones de Atharan pero esta niña… ¡Esta niña posee los dones de ese pueblo que no pertenece a este mundo!

- Es verdad. – Dijo una voz entre la multitud. – El pueblo oscuro no pertenece a Atharan.

Un murmullo de aceptación recorrió la sala.

- ¡¿Acaso no veis que sigue siendo la misma de siempre?! ¡¿Por qué la repudiáis por poseer un poder más?! – Exclamó Alekian intentando que la multitud entrara en razón.

- ¿Y cómo sabemos que no nos ha estado engañando? – Preguntó Serian seguro de que no le podría contestar.

- ¿Por qué piensas que una niña os ha estado engañando desde antes de tener uso de razón? –  Preguntó la reina como respuesta a la pregunta del hombre.

- Porque el pueblo oscuro es mentiroso por naturaleza. – Respondió Serian.

- No lo creo. – Dijo la reina completamente convencida. - ¿Alguna vez has conocido a uno de los que llamas monstruo? No creo, ellos no se acercan al reino de la luz y tú nunca has salido de él.

Serian se estremeció de ira, nadie podía responderle de esa forma y mucho menos esa mujer que se las daba de sabia.

- Te arrepentirás de haberme hablado así. – La amenazó Serian con odio en la voz. – Tanto tú como esta niña.

- ¿Vas a convertir tu odio personal en un motivo para que luche medio reino? – Dijo el rey. –  Decidme, pueblo, ¿os parece un buen motivo para luchar?

Poco a poco se fueron escuchando más y más voces negando que fuera un motivo suficiente.

- Ya ves, Serian, el pueblo está en tu contra. – Sentenció el rey.

- Esto no se acaba aquí. – Afirmó Serian lleno de ira.

Estiró de la muñeca de Aelithia y la tiró contra el suelo a poca distancia de él.

- Tú no te libras, niña.

Serian se acercó rápidamente a Aelithia levantando la espada dispuesto a matar a la princesa.


- ¡¡Aelithia!! – Exclamaron Alekian y la reina corriendo hacia la pequeña.

-¡¡Nailth!! – Gritó la pequeña.

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