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miércoles, 15 de octubre de 2014

Biografía de un fantasma - Capítulo 1 (parte 2)

Hace bastante tiempo que no escribo en el blog pero la fata de tiempo, ganas e inspiración realmente hacen mella... Este fragmento lo tenía escrito pero no llegué a publicarlo así que os lo traigo ahora que voy a intentar retomar la historia.

Espero que no pase mucho tiempo antes de que volvamos a vernos.

Como he dicho antes, apartar la mirada de esa muñequita es bastante más difícil de lo que creéis y por ello se me olvidó por completo que tenía que dar una fiesta de bienvenida.

Lo que hizo que dejara de observar sus gráciles movimientos fue el sentir una mirada clavada en mí, una sensación que no había notado en toda mi "vida" de fantasma.

Claro, ¿quién va a mirar fijamente a un fantasma que no se puede ver? Pues el mayordomo.


Era una sensación incómoda e intimidante, así que a duras penas aparté la vista del pequeño y brillante colgante que llevaba la chica entre sus clavículas y la levanté lentamente, con un mal presentimiento.

Y efectivamente, los ojos dorados del mayordomo pelirrojo estaban clavados en mí, como esperando a que me diera cuenta de que sabía que estaba ahí.

De las pocas cosas que recuerdo de cuando estaba vivo, una son los escalofríos. Esos escalofríos que te recorren cuando sabes que algo va a ir mal, cuando tienes miedo, o más bien terror y pánico, esos escalofríos que piensas que un fantasma no puede sentir. No es cierto, los sienten.

Miedo, pánico, terror, eso es lo que recorrió mi cuerpo cuando mi mirada se cruzó con la del pelirrojo y sus labios se curvaron en una sonrisa sádica.

Tendría que haber corrido, ¿por qué no lo hice? Ah, cierto, porque en ese momento sentí otra mirada, la de unos ojos claros.

Me giré hacia la joven muñequita para ver la sorpresa en sus ojos, la sorpresa que rápidamente cambió a... ¿Entusiasmo?

Que sí, que sí, yo me esperaba que se asustara, gritara y saliera corriendo... Bueno, después de haber visto la sonrisa del chico ya no esperaba que ambos salieran de la casa para no volver... Pero, ¿entusiasmo? ¿Qué chica en su sano juicio se emocionaría al ver un fantasma? Ni siquiera aquellas fanáticas de lo paranormal que alguna vez habían entrado a la casa de noche se habían emocionado al verme, realmente un duro golpe para un chico guapo como yo.

Pero la muñeca viviente me miraba como las adolescentes que habían pasado por la casa habían mirado las fotos de los ídolos de sus institutos.

"¡Un fantasma! ¡Y muy guapo!" No estoy exagerando, eso es lo que ha gritado cuando me ha visto, ¡os lo digo en serio! Yo tampoco me lo creía y mi primer instinto fue mirar a mi alrededor y darme la vuelta para mirar detrás de mí... Craso error.

Porque cuando la perdí de vista la muñeca dejó de tener un aire elegante, tranquilo y solemne. ¿Por qué no me fijé en cuanto oí su enérgica voz? Suave y agradable pero enérgica en vez de tranquila.

La cuestión es que cuando volví a mirar hacia ella para comprobar que era a mí a quién se refería, ya no estaba al lado del pelirrojo si no que subía corriendo por las escaleras (¿cómo se puede correr tan rápido con ese vestido y esas botas?) y venía hacia mí de la misma forma que una niña pequeña corre a abrazar al perrito que le acaba de comprar su padre.

Así es como me sentí, como la nueva mascota de aquella muñeca elegan... No, de elegante nada, y de muñeca tampoco, no me dio tiempo ni de sentir que se derrumbaba la imagen que me había hecho de ella, corrí.

Atravesé paredes y recorrí la casa entera pero no conseguía alejarme de la chica, el terror y el miedo que sentí al ver a su acompañante no eran nada comparado con lo que me provocaba ella.

Y aquí estoy, escondido en la única habitación de la casa a la que no es tan fácil llegar.

Si alguno se ha preguntado si los fantasmas sienten miedo la respuesta es sí. ¿Los fantasmas se cansan? Sí. Quiero dormir, o más bien despertar. Es una pesadilla, ¿cierto?

Dejo esto ya por hoy, buenas noches a to.... No, no me voy a dormir, ahora me voy a despertar y descubrir que todo es fruto de mi imaginación...

Nota: querido público, no, no es un sueño ni una pesadilla, es el fin de mi tranquila vida de fantasma.


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