Estrellas gemelas 10

Un fragmento más sobre el pasado de Alekian. Me encanta ese chico... Si, aunque al pobre le haga pasar unas...

Ensangrentado Alekian volvió junto a su hermana.

La espada plateada con la que debería haber sido nombrado caballero relucía roja de la sangre de los bandidos que habían acabado con la vida de sus padres.

Se arrodilló al lado de su hermana intentando que despertara.

- Ya terminó, vamos a buscar ayuda, enseguida te curarán. – Le susurraba a la niña. – venga, levanta.

Pero la vida de la pequeña ya se había escapado de su pequeño cuerpo.

Alekian lloró.

Lloró por sus padres, lloró por su hermana y lloró por no tener la fuerza suficiente para ayudar a los que quería.

Y cuando ya no le quedaban más lágrimas empezó a andar hacia el palacio.

Cuando Alekian llegó al palacio parecía no poder sentir nada pero cuando las dos pequeñas princesas se acercaron y le abrazaron pudo volver a sentir la tristeza por perder a su familia y finalmente pudo calmarse.

El rey y la reina salieron en cuanto recibieron la noticia y sin pensarlo dos veces le ofrecieron a


Alekian un hogar y un entierro digno para su familia.

Mientras los soldados iban en busca de los cuerpos de los caídos, las dos niñas acompañaban a Alekian hasta la que sería su habitación por mucho tiempo.

Al día siguiente enterraron a la familia de Alekian y al siguiente lo nombraron caballero.

Alekian se centró en su entrenamiento volcando la ira y la frustración de no haber podido ayudar a su familia en entrenar y mejorar para poder proteger a las dos pequeñas niñas que le ofrecían el calor de una familia y lo trataban como a un hermano.

Definitivamente las protegería de cualquier mal.

-¿En qué vamos a ayudar, Alekian? – Preguntaron las niñas siguiendo al caballero.

- Ya lo veréis, pequeñas. – Respondió Alekian con un tono cariñoso en la voz. –Es una sorpresa.

Continuaron caminando por el pasillo dirigiéndose al exterior.

No se fijaron en el hombre y el muchacho que cargaban grandes cajas de madera que pasaron por su lado.

No se fijaron en la mirada de odio que les dirigió el chico.

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