Y se acabó la tranquilidad.
En las calles de la ciudad se celebraba una gran fiesta.
La gente se divertía y poco a poco se iban preparando para acudir a la ceremonia en el palacio.
Ellos también se preparaban, pero no para divertirse en la fiesta.
En el palacio los sirvientes corrían para terminar a tiempo la comida para el banquete, colocar los adornos que faltaban y arreglar a las dos princesas.
Las dos niñas llevaban el pelo medio recogido con horquillas brillantes y con flores naturales como adorno.
Ambas llevaban elaborados vestidos de tonos dorados y plateados. El de Aelithia llevaba detalles en tonos amarillos y rojos mientras que el de Sophiria los llevaba en azules y verdes.
- ¡Qué bonitos! –Habían exclamado ambas al ver los vestidos que les traían las doncellas.
Las niñas estaban emocionadas y se ponían más nerviosas a cada momento, no aguantaban más en el interior de aquella habitación a la espera de que llegara el momento de aparecer en la fiesta.
- Hola, pequeñas. – Alekian entró en la habitación. - ¿Nerviosas?
- Igual que cuando te nombraron caballero. – Respondieron las niñas recordando el día en que habían nombrado caballero a Alekian.
- No fue para tanto. – Respondió Alekian recordando.
- Estabas tan nervioso que te tropezaste al salir de tu habitación. – Le recordó Sophiria.
- Te chocaste contra un hombre que llevaba un jarrón. – Continuó Aelithia.
- Conseguiste salvar el jarrón pero te caíste por las escaleras. – Siguió Sophiria.
- No me pasó nada. – Dijo Alekian resaltando el dato.
- A ti no, pero se te enganchó la capa del traje y te la tuvieron que arreglar cinco minutos antes de la ceremonia. – Añadió Aelithia.
- Vale, estaba nervioso. – Admitió Alekian. - ¿Contentas?
- ¡¡Sí!! – Exclamaron las dos niñas.
- Malvadas. – Dijo Alekian bromeando.- ¿Venís conmigo?
-¿Dónde? – Preguntaron.
- Al jardín a tomar el aire.
- ¡Señor Alekian! – Exclamó una de las dos doncellas que habían ayudado a las princesas a vestirse. – Las princesas no deben salir de la habitación hasta el momento de la ceremonia.
- Pues qué aburrimiento. – respondió Alekian. – ¿Ya están listas?
- Sí. –Respondió la otra doncella. – Acabamos de terminar, señor.
- Entonces no hay ningún problema. – Argumentó Alekian. – venga, pequeñas, vamos a tomar aire fresco.
- Señor… - Dijo una de las doncellas intentando detenerlos.
- No os preocupéis, yo me responsabilizo de lo que pueda pasar. – Las tranquilizó Alekian.
Alekian salió de la habitación y las dos niñas se fueron con él.
Una vez en el jardín las dos princesas se sentaron en un banco teniendo mucho cuidado de no manchar los preciosos vestidos.
- Tengo curiosidad por ver el color de vuestras piedras. – Dijo Alekian.
- Hoy las verás. – Respondió Sophiria animada.
- Vives en mí, compartes mi poder y mi destino, me proteges de los males y me haces compañía. – Recitó Aelithia. –Bienvenido, Nailth.
El pequeño cachorro plateado se materializó frente a las niñas y se acercó a Aelithia para que ella pudiera acariciarlo.
- Hola, Nailth. – Lo saludó Sophiria.
El lobezno respondió meneando la cola y acariciándola con ella.
- Me haces cosquillas. – Dijo la niña riendo. – Para…
Las dos niñas reían jugueteando con el lobezno.
Alekian era de los pocos que sabían que Aelithia tenía el control de la magia de la noche, pero a él poco le importaba. Las dos niñas siempre habían sido como sus hermanas y no pensaba que esa relación había cambiado cuando la niña había descubierto su poder.
Aelithia no había cambiado ni su personalidad ni su actitud tras descubrir su poder y tampoco iba a cambiarlo.
Pero aquellos que se mezclaban entre la gente que esperaba la importante ceremonia para sus princesas no pensaban lo mismo. Para ellos que una de sus princesas manejara los poderes de la noche era un gran problema y una traición para el reino de la luz que había luchado contra los intrusos que se ocultaban en la noche.
Porque no solo los pocos que creía Alekian conocían el poder de Aelithia.
Porque al contrario que Alekian ellos no se iban a quedar indiferentes.
- Princesas, la ceremonia va a comenzar. – Las llamó una de las doncellas.
- Venga, es vuestro momento. – Las animó Alekian.
Pero no sabía que la atención que recibirían las princesas no sería la que él esperaba.
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