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martes, 5 de abril de 2011

La doncella del mar 4

Si es que los niños pequeños no se pueden estar quietos. ¿De dónde sacan tanta energía?

Mientras iba avanzando el día le viento aumentaba su fuerza.

Las altas olas que se estaban formando zarandeaban el barco, provocando el nerviosismo de los viajeros.

- Mami, quiero ver los delfines. – Decía la pequeña Leira mientras daba vueltas alrededor de su madre.


La mayoría de los pasajeros se encontraban en el salón, entre ellos estaban también Leira, Nisela y Ceil.

Los padres estaban sentados en una de las múltiples mesas del salón, disfrutando de una merienda ligera mientras veían a la pequeña jugar con otros niños.

Pero Leira ya se había cansado de estar encerrada en aquél salón y quería salir a ver a los delfines otra vez.

- Leira, cariño, es peligroso salir con la tormenta que hay ahora. – Le dijo su madre. – Cuando las olas se hagan más pequeñas podrás salir.

- Vaaaaaaaaale. – Respondió la niña aceptando de mala gana quedarse en la sala.

- Venga, pequeña, vamos a jugar a algo. – Dijo Ceil levantándose de la silla. - ¿Al escondite?

- ¡Sí! – Exclamó la niña con una gran sonrisa en la cara. – Tú pillas, papá.

- Ten cuidado, Leira, no te escondas en lugares peligrosos. – Nisela estaba preocupada por su hija.

- Tranquila, mamá, tendré cuidado. – Dijo la niña mientras echaba a correr por el salón buscando escondites. - ¡No mires, papá!

Ceil le sonrió a su mujer.

- No te preocupes tanto, cariño, no le pasará nada por jugar al escondite.

- Lo sé, Ceil, pero sigo teniendo un mal presentimiento con la tormenta.


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