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viernes, 3 de diciembre de 2010

Estrellas gemelas 18

¿Se ha hecho larga la espera? Pues aquí tenéis un fragmento más de esta historia. ¿Os hago esperar demasiado? (risa malvada) Pongo en el blog una encuesta de popularidad de personajes, no olvidéis votar.

Serian sonreía, ahora nadie se interpondría entre él y la muerte de la princesa.

Andaba tranquilo, no iba a apresurarse. Disfrutaría de la muerte de aquél monstruo con tranquilidad y, ¿para qué estresarse?, sabía perfectamente dónde encontrar a la pequeña.

Estaba anocheciendo y, como cualquier ser de la oscuridad, la niña estaría bajo el oscuro manto de la noche a la que servía.

Serian estaba en lo cierto, Aelithia y Alekian habían corrido hacia el jardín.

El cielo estaba despejado y la luna comenzaba a asomar tímidamente en el horizonte mientras los últimos rayos de sol teñían de tonos anaranjados, rojizos y morados el horizonte.

Aelithia comenzaba a tranquilizarse, rodeada de viento, tierra, agua y el calor del sol se sentía tranquila.

Los elementos la protegían, al igual que la luz que se iba alejando en el horizonte a la vez que aparecía en pequeños destellos en el cielo.

Y la oscuridad también la defendía.

El ocaso era el momento en el que su poder era más fuerte. Y Serian lo sabía. No le importaba, acabaría con la niña tanto si su poder disminuía como si aumentaba.

- Tranquilízate, Aelithia. – Dijo Aelekian acercándose a la niña.

- Lo sé, me tengo que calmar, tranquilizarme y mantener la mente despejada… - Dijo Aelithia.

- … ¡Pero no puedo, Alekian! – Exclamó dándose la vuelta dejándole ver a Akekian las lágrimas que brotaban de sus ojos. - No sé por qué pasa esto, ¿qué he hecho para que me odie tanto?

Alekian se agachó y abrazó a la pequeña. Ella no le había hecho nada a nadie. Había sido traviesa, como su hermana, pero nunca habían sido más que las travesuras inocentes de unas niñas pequeñas.

Aquél hombre no le iba a poner una mano encima a Aelithia, él lo impediría.

- No te preocupes, pequeña, no dejaré que te haga nada. – Aseguró abrazándola más fuerte.

- Gracias, Alekian. – Respondió la niña entre sollozos. – Gracias.

Nirel llevó a Sophiria al jardín.

- Aquí estaréis tranquila, princesa. – Dijo Nirel deteniéndose delante de un banco.

Sophiria se sentó.

El banco estaba rodeado por altos rosales de todos los colores y una preciosa fuente decorada con gravados de los cinco dragones y la diosa que crearon Atharan.

Un reflejo de la luna hizo parecer que la diosa lloraba.

- Gracias por traerme aquí, Nirel. –Dijo la princesa con un tono triste en la voz.

- No os preocupéis, princesa, no os pasará nada. – Le aseguró Nirel. – No tenéis nada que ver en todo esto, sois simplemente una víctima más.


- Pero… - Sophiria se sentía intranquila. - ¿Qué os ha hecho Aelithia?

Nirel bajó la mirada, se dio la vuelta y caminó hacia la fuente.

- Ella no ha hecho nada… pero podría hacerlo. – Aseguró Nirel sentándose en el borde de la fuente.

-No te entiendo…

-Nosotros… - Comenzó. Luego negó con la cabeza. – Nosotros no, yo. Encontré un niño atrapado en una trampa para lobos en las afueras de la ciudad. Lo llevé a casa y le pedí a mi madre que lo curara.

- ¿Es sanadora? – Preguntó Sophiria curiosa.

- Sí… - Dijo Nirel apartando la mirada pero Sophiria llegó a ver un rastro de dolor en sus ojos.


– Lo era…

Sophiria se dio cuenta de su error al preguntar por la madre de Nirel.

- Lo siento…

- No importa, fue hace tiempo…

- ¿Qué pasó con el niño? – Preguntó Sophiria.

- Mi madre lo curó y como no tenía familia lo acogimos. – Continuó Nirel. – No nos importó ni su piel morena, ni su pelo plateado, ni sus tatuajes tribales. Tal vez lo único que nos incomodaba un poco eran sus ojos, uno azul como el hielo y el otro dorado. En algún momento nos dimos cuenta de que era del pueblo oscuro, pero no nos importaba. Era amable, tranquilo y trabajador y no había hecho nada.

- ¿Entonces? – Preguntó Sophiria.

- En algún momento empezaron a robar en las casas del barrio y destrozar los muebles y demás. Comenzaron a sospechar del niño al que habíamos acogido. Lo defendimos, pero era verdad que salía por las noches y no sabíamos dónde iba. – Nirel estaba cada vez más sombrío. . Finalmente atacaron nuestra casa.

Sophiria ya no sabía cómo reaccionar. Nirel parecía triste y quería consolarlo pero él estaba cada vez más sombrío y le daba miedo acercarse a él.

- Ese día mi padre y yo habíamos salido, solo estaban en casa mi madre y ese niño. Cuando llegamos mi madre estaba muerta y él había desaparecido.

Sophiria se levantó y se acercó a Nirel. Le tocó el brazo intentando consolarlo.

- Fue ese niño. – Dijo Nirel con odio. – Se atrevió a volver lleno de sangre, sangre que no era suya. Fuimos a por él pero consiguió huir, no conseguimos matarlo.

Sophiria notaba el odio que tenía Nirel contenido.

- Los miembros del pueblo oscuro son así, se ocultan, te hacen creer que están de tu lado, se ganan tu confianza… y luego van a por ti. Por eso vamos tras Aelithia, en algún momento intentará acabar con la vida de los que la rodean.

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