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viernes, 28 de diciembre de 2012

La doncella del mar 19

Y cambio de escenario. Esta vez en lugar de una amplia mansión me he imaginado el pequeño cuarto de una sirena. ¿Por qué pequeño y vacío? ¿Tal vez porque las sirenas no necesitan tantas cosas para vivir? No lo sé, se me acaba de ocurrir ahora.
Mejor dejo de divagar y os dejo con la historia.

- ¡Nisela! ¡Niselaaa!

Podía escuchar los gritos deformados que llegaban desde la superficie.

¿La superficie? ¿Dónde estaba ella?

No podía respirar, todo a su alrededor estaba oscuro, no podía mover su cuerpo, lo único que notaba eran unas manos que la arrastraban.

Los pulmones le ardían por la falta de oxígeno e intentaban por todos los medios conseguir algo de aire, por mucho que intentara zafarse de las manos que la aprisionaban, no conseguía mover ni un músculo, y aunque intentara ver quién la arrastraba, lo veía todo negro.

Finalmente se dio cuenta de lo que sucedía.



Estaba en el agua, hundiéndose, no podía moverse porque estaba inconsciente y quien la arrastraba hacia abajo era una sirena.

¿Pero quién era el que gritaba? ¿Quién era esa tal Nisela? ¿Hacia dónde la llevaba la sirena?

- ¡Niselaaaaaaaa!

-¡Nsra! – Exclamó una voz.

La aludida despertó de golpe. Otra vez había tenido la misma pesadilla.

Una tormenta, una mujer que cae por la borda, un hombre que grita, la sensación de estar ahogándose y una sirena que la arrastra hacia el fondo.

No sabía por qué, pero en aquél sueño ella era la mujer que caía al mar y se ahogaba. ¿Quién era aquella mujer? Se lo preguntaría más tarde a la anciana de la aldea.

- ¡Nsra! ¡Venga, que hay que ir a recoger las perlas y las conchas!

- Un momento, Nrya.

Tenía los músculos agarrotados por culpa de la pesadilla así que se estiró por completo, brazos, espalda y cola, y se levantó.

La estancia era pequeña. Las paredes de coral rosa estaban al descubierto y sobre el suelo de arena blanca sólo se encontraban la cama y una cómoda.

La cama consistía en una concha gigante que hacía de base y una tela rellena de plantas que hacía de colchón mientras que la cómoda era de madera oscura. La cómoda posiblemente perteneciera a algún barco hundido y la tela probablemente viniera una de las velas.

- ¡Nsra! – Volvió a llamarla Nrya desde el exterior.

Nsra miró por la pequeña ventana que, junto a la puerta, era la única abertura en la pared de coral y vio cómo las otras sirenas salían de la aldea.

Abrió la cómoda, sacó una bolsa de tela, posiblemente también procediera de una vela, y se la puso al hombro mientras salía nadando rápidamente por la puerta.

- Lo siento, Nrya. – Dijo cuando vio la cara enfurruñada de la sirena. – No he dormido bien esta noche y me acabo de despertar.

- Ya lo he notado – Respondió Nrya aguantándose Larisa mientras señalaba el pelo naranja enmarañado de su amiga.

Nsra se arregló el pelo apresuradamente mientras sus mejillas se teñían de rojo.

- Ya lo tienes decente. Venga, vamos.

Las dos sirenas nadaron hacia las afueras de la aldea, siguiendo a las que se dirigían hacia los campos de perlas.



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