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viernes, 21 de diciembre de 2012

La doncella del mar 18

Y aquí se junta todo mi "conocimiento" sobre las sirenas. ¿Amables o crueles? ¿Salvadoras o asesinas? Hay leyendas para todos los gustos.

Leira corrió a su cuarto.
 

Recorrió el pasillo por el que había ido al encuentro de su padre, llegó a la barandilla del recibidor, corrió hacia las escaleras, bajó el primer tramo y subió por el del otro lado.
 

Continuó a toda velocidad hacia el pasillo que se encontraba en frente del que había recorrido antes, giró por él y se detuvo el tiempo suficiente para abrir la segunda puerta y entrar a su habitación.
 

Se acercó al centro de la estancia y se tiró sobre el sofá que tantas veces había compartido con su madre cuando era pequeña.
 

Era uno de los pocos recuerdos que tenía de ella y de sus momentos juntas. Leira había crecido y la habitación de niña en la que jugaba con su madre se había convertido en la habitación de una adolescente.
 

Los dibujos que habían hecho juntas en las paredes estaban cubiertos por pintura azul celeste, los numerosos peluches que habían escuchado las historias de Nisela junto a Leira estaban guardados en un baúl en el desván, los cuentos infantiles se habían trasladado a la biblioteca, la alfombra de colores en la que ambas habían jugado había sido sustituida por una de color azul oscuro y la cama en la que tantos secretos habían compartido hacía mucho que se le había quedado pequeña a Leira.
 

- Sé que volverás, mamá. – Le dijo Leira al vacío.
 

La muchacha se levantó y se acercó al escritorio.
 


Se quedó mirando la foto sonriente de su madre un rato y luego cogió uno de los libros que tenía ordenados sobre la mesa.
 

Unas letras doradas decoraban las tapas de color azul marino. “Historias y leyendas del mar” decían.
 

Leira lo abrió y ojeó las páginas ya amarillentas por el tiempo y las veces que había sido leído. Se detuvo en una imagen de una mujer muy guapa de pelo largo que, en vez de piernas, tenía una larga cola de pez.
 

El autor había hecho un retrato a carboncillo de lo que él pensaba que era una sirena.
 

La leyenda que seguía a la imagen hablaba de unas mujeres medio humanas medio pez que vivían en las profundidades de los mares y los océanos. Estas sirenas tenían una hermosa voz y que utilizaban para embrujar a los marineros y atraerlos al mar para ahogarlos.
 

Leira pasó rápidamente las páginas hasta llegar a otra imagen.
 

Ésta vez el dibujo era más horrible. El autor había dibujado a la sirena como a un monstruo con cola de pez, garras alargadas en sus manos palmeadas, enormes colmillos en una boca demasiado grande para una cara humana. Más que a una mujer hermosa, la sirena recordaba a una momia. La piel parecía reseca, a pesar de ser un monstruo marino, y se le pegaba a los huesos, como si no tuviera carne y fuese únicamente hueso y piel.
 

La historia que se contaba en las páginas siguientes era similar a la anterior: creaban la ilusión de unas hermosas mujeres con una bella voz y atraían a los marineros. Pero estas sirenas eran más crueles que las anteriores, ya que no sólo ahogaban a sus víctimas, algunas veces no lo hacían, si no que éstas las descuartizaban y las devoraban, algunas veces mientras seguían vivas.
 

Leira pasó las páginas de nuevo. Rápidamente, queriendo huir de las sirenas que alguna vez habían aparecido en sus pesadillas.
 

Se detuvo al llegar a otra ilustración. De nuevo era una bella mujer con cola de pez. Las historias que la seguían eran las que más le gustaban a Leira, puesto que eras unas bonitas y conmovedoras historias de amor protagonizadas por unas sirenas hermosas que no eran crueles como las anteriores.
 

Unas historias terminaban con un final feliz pero otras terminaban en una tragedia en las que las sirenas, viendo su amor no correspondido, volvían al mar o acababan convertidas en espuma de mar, roca o sal.
 

Pero la historia que más le gustaba a Leira era la que hablaba sobre sirenas que rescataban a las mujeres que caían en el mar, algunas veces transformándolas en sirenas si no encontraban otra forma de salvarlas.
 

Esa era la historia que le daba esperanza a Leira.
 

Estaba convencida de que la sirena que había visto cuando era pequeña intentaba, por todos los medios, salvar a su madre. Estaba convencida de que, como la fuerte tormenta no le permitía mantener a Nisela a flote, la había transformado en sirena.
 

Estaba convencida de que, si esperaba frente al mar, algún día su madre llegaría con forma de sirena y estarían juntas de nuevo.


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