Aquí está otro fragmento. Despúes de unos días la inspiración ha vuelto.
Desde hacía ya muchas generaciones, la familia real del reino de la luz había gobernado teniendo siempre en cuenta al reino y a sus habitantes, preocupándose de los problemas que podían surgir en el reino y buscando soluciones satisfactorias para todos.
Por ello el pueblo tenía un gran aprecio a la familia real y especialmente a las dos pequeñas princesas gemelas, que acostumbraban a escaparse del palacio para deambular por las calles de la ciudad disfrutando como dos niñas más del pueblo.
- Princesas, ¿estabais disfrutando del mercado? – Preguntó una mujer que se encontraba cerca de las pequeñas – Tomad estos melocotones, este año están realmente buenos.
Las dos pequeñas cogieron la fruta con una sonrisa en la cara – Gracias – Dijeron a la vez.
La gente que rodeaba a la las dos pequeñas iba acercándose y comentando la calidad de las frutas y las verduras, la habilidad de los artesanos, los espectáculos de los nómadas y, sobretodo, su expectación por el séptimo cumpleaños de las princesas.
- Es hora de volver. – Dijo Alekian.
-¡Vale! – Exclamaron las princesas tras pasar la mañana en la ciudad.
Después de la comida las dos niñas tenían clases de magia, como todos los niños de su edad, pues era el momento en el que la magia se asentaba.
- Recordad que el día de vuestro séptimo cumpleaños debéis crear el cristal que os acompañará
toda la vida – Les recordó el maestro.
- Sí, maestro Edaren. – respondieron ambas.
El anciano maestro les caía genial. era un abuelito amable y simpático, con el pelo blanco y arrugas que se remarcaban alrededor de sus ojos cada vez que sonreía.
Era también uno de los más poderosos magos del reino de la luz.
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