Y con esto termina la parte de política.
-
No podemos hacer nada respecto a eso. – Dijo Sophiria tristemente. – Tan solo
dejar que pase el tiempo y que vean que no va a ocurrir nada.
Sophiria
habló refiriéndose al futuro. Sabiendo lo que le ocurrió a Nirel no podía
referirse al pueblo oscuro como gente que nunca había hecho nada malo.
-
Sin embargo, tenemos que hacernos cargo de esos bandidos. No los podemos dejar
campar a sus anchas y atacar a quien les venga en gana. – Añadió seria de
nuevo.
-
Por supuesto, princesa. Estamos organizando patrullas para vigilar las zonas
que se han visto más afectadas por los bandidos. – Respondió Serian.
-
De acuerdo. Continuemos con el tema principal de esta reunión. ¿Edaren?
El
maestro de magia de la familia real se levantó de su asiento.
En
los diez años que habían pasado desde la ceremonia de la creación de la piedra
mágica de las princesas, Edaren no había cambiado nada. El anciano seguía
teniendo el mismo pelo canoso, la misma larga barba y las mismas arrugas en su
rostro. Era mucho más anciano que Dorel, pero no le pesaban tanto los años,
puesto que un antepasado suyo era descendiente de la Princesa de la Luz, y
poseía un poco de su longevidad.
-
Pocos son ya los maestros de magia que consideren una aberración la magia del
pueblo oscuro. – Comenzó Edaren. – La mayoría sentimos curiosidad por conocer
sus poderes y nos encantaría intercambiar conocimientos con ellos.
-
Entonces no hay problema por parte de los hechiceros. – Concluyó Sophiria con
una sonrisa. ¿Sirlei?
Le
tocó el turno a la única mujer del consejo.
Se
levantó grácilmente, haciendo que el suave y liviano vestido de una pieza que
vestía ondeara a su alrededor. Los bordados dorados del vestido y la fina
cadena de plata que rodeaba su cintura brillaron cuando les dio la luz que
entraba por la ventana.
Los
vestidos sencillos hechos con aquella tela tan suave, eran el identificativo de
las sacerdotisas del templo de Aura. Los bordados dorados identificaban a la
sacerdotisa de mayor rango del templo.
-
Princesa, sé que pensáis que la opinión de nuestra madre es muy importante en
este asunto. – Comenzó Sirlei. – También sé que, por ello y por vuestra preocupación
por la opinión de Aura, me habéis dejado al final.
Sophiria
asintió levemente. Si la diosa estaba en contra de que firmaran la paz con los
invasores de otro mundo, ella no podría hacer nada para convencer a su reino de
aceptar al pueblo oscuro.
-
No os tenéis que preocupar, princesa. – Dijo la sacerdotisa con una sonrisa. –
Nuestra madre, Aura, no ha manifestado desacuerdo respecto al tratado de paz.
Pero tampoco ha mostrado estar completamente a favor.
Sophiria
se esperaba esto último.
-
Si Aura proclamara estar de acuerdo la gente se sentiría obligada a aceptarlo. –
Explicó la princesa. – Y nuestra madre no quiere obligar a nadie, tan solo nos
da consejos y advertencias.
-
Tiene razón, princesa. – Respondió Sirlei.
-
Concluimos, pues, que se llevará a cabo el tratado de paz con el pueblo oscuro.
– Proclamó Sophiria. – Serian, encárgate de las patrullas para detener a los
bandidos. Loiren, informa a los nobles respecto al cambio de las condiciones de
los sirvientes del pueblo oscuro. Dorel, habla con los que sigan temerosos de
las gentes del pueblo oscuro y asegúrales que no atacarán a nadie, ellos
estarán sometidos a las mismas sanciones y castigos que el resto si incumplen
la ley. Sirlei, informa a la madre Aura que firmaremos la paz. Edaren, ayúdeme
a mandar un mensaje al rey del pueblo oscuro.
Tras
informar a cada uno de lo que debía hacer, Sophiria salió de la sala seguida de
Edaren y Nirel.
Al
fin podrían terminar las muertes sin sentido y el absurdo odio que duraba ya
más un siglo.
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