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lunes, 30 de abril de 2012

Estrellas gemelas 53


Y con esto termina la parte de política.

- No podemos hacer nada respecto a eso. – Dijo Sophiria tristemente. – Tan solo dejar que pase el tiempo y que vean que no va a ocurrir nada.
Sophiria habló refiriéndose al futuro. Sabiendo lo que le ocurrió a Nirel no podía referirse al pueblo oscuro como gente que nunca había hecho nada malo.

- Sin embargo, tenemos que hacernos cargo de esos bandidos. No los podemos dejar campar a sus anchas y atacar a quien les venga en gana. – Añadió seria de nuevo.

- Por supuesto, princesa. Estamos organizando patrullas para vigilar las zonas que se han visto más afectadas por los bandidos. – Respondió Serian.

- De acuerdo. Continuemos con el tema principal de esta reunión. ¿Edaren?


El maestro de magia de la familia real se levantó de su asiento.

En los diez años que habían pasado desde la ceremonia de la creación de la piedra mágica de las princesas, Edaren no había cambiado nada. El anciano seguía teniendo el mismo pelo canoso, la misma larga barba y las mismas arrugas en su rostro. Era mucho más anciano que Dorel, pero no le pesaban tanto los años, puesto que un antepasado suyo era descendiente de la Princesa de la Luz, y poseía un poco de su longevidad.

- Pocos son ya los maestros de magia que consideren una aberración la magia del pueblo oscuro. – Comenzó Edaren. – La mayoría sentimos curiosidad por conocer sus poderes y nos encantaría intercambiar conocimientos con ellos.

- Entonces no hay problema por parte de los hechiceros. – Concluyó Sophiria con una sonrisa. ¿Sirlei?

Le tocó el turno a la única mujer del consejo.

Se levantó grácilmente, haciendo que el suave y liviano vestido de una pieza que vestía ondeara a su alrededor. Los bordados dorados del vestido y la fina cadena de plata que rodeaba su cintura brillaron cuando les dio la luz que entraba por la ventana.

Los vestidos sencillos hechos con aquella tela tan suave, eran el identificativo de las sacerdotisas del templo de Aura. Los bordados dorados identificaban a la sacerdotisa de mayor rango del templo.

- Princesa, sé que pensáis que la opinión de nuestra madre es muy importante en este asunto. – Comenzó Sirlei. – También sé que, por ello y por vuestra preocupación por la opinión de Aura, me habéis dejado al final.

Sophiria asintió levemente. Si la diosa estaba en contra de que firmaran la paz con los invasores de otro mundo, ella no podría hacer nada para convencer a su reino de aceptar al pueblo oscuro.

- No os tenéis que preocupar, princesa. – Dijo la sacerdotisa con una sonrisa. – Nuestra madre, Aura, no ha manifestado desacuerdo respecto al tratado de paz. Pero tampoco ha mostrado estar completamente a favor.

Sophiria se esperaba esto último.

- Si Aura proclamara estar de acuerdo la gente se sentiría obligada a aceptarlo. – Explicó la princesa. – Y nuestra madre no quiere obligar a nadie, tan solo nos da consejos y advertencias.

- Tiene razón, princesa. – Respondió Sirlei.

- Concluimos, pues, que se llevará a cabo el tratado de paz con el pueblo oscuro. – Proclamó Sophiria. – Serian, encárgate de las patrullas para detener a los bandidos. Loiren, informa a los nobles respecto al cambio de las condiciones de los sirvientes del pueblo oscuro. Dorel, habla con los que sigan temerosos de las gentes del pueblo oscuro y asegúrales que no atacarán a nadie, ellos estarán sometidos a las mismas sanciones y castigos que el resto si incumplen la ley. Sirlei, informa a la madre Aura que firmaremos la paz. Edaren, ayúdeme a mandar un mensaje al rey del pueblo oscuro.

Tras informar a cada uno de lo que debía hacer, Sophiria salió de la sala seguida de Edaren y Nirel.

Al fin podrían terminar las muertes sin sentido y el absurdo odio que duraba ya más un siglo.
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