La doncella del mar 24

La Abuela no es omnipotente, no puede saber quién era Nsra como humana, pero puede hacer uso de sus conocimientos para ayudarla.

¿Alguna opinión al respecto? Quiero comentarios cuando terminéis de leer este fragmento xD

No lo dudó más. Quería saber quién había sido como humana.

Sabía que no podría recuperar la vida que una vez tuvo, como humana había muerto, pero quería saberlo igualmente.

- En ese caso sólo puedo decirte una cosa más. – Respondió la Abuela con una sonrisa. – Los nombres de las sirenas son difíciles de pronunciar por los humanos, ¿cierto?

Nsra asintió, sin saber a qué llevaba todo aquello.

- Mi nombre sería algo así como Nasra. – Dijo, pronunciando el nombre con dificultad.

- Correcto. Y los nombres humanos también son difíciles de pronunciar por nosotras.

Nsra no entendía lo que quería decir la Abuela.

- ¿Qué quiere decir con eso?


- Hija, en algunos casos la sirena que nos salva oye nuestro nombre humano y decide darnos ese nombre cuando despertamos siendo sirenas. – Explicó la anciana. – Por supuesto es difícil de pronunciar y lo adaptan a la lengua de las sirenas.

Nsra entendió lo que quería decir la Abuela.

- Tu nombre en humano no es Nasra, es Nisela.

A la joven le costó un poco asimilar aquello.

Era Nisela, lo más importante en la vida del hombre de su sueño, era ella a la que llamaba a gritos y con desesperación.

Pero… ¿Quién era aquél hombre para ella?

¿Un familiar?

No. La forma en la que gritaba y la llamaba indicaba que eran más que amigos, más que familiares, ¿novios?

No lo recordaba. No recordaba su cara, no recordaba el sentimiento que tenía al verle, únicamente recordaba el miedo… ¿Miedo a qué?

A perder a la niña.

El sentimiento más fuerte en el sueño era el miedo. Desde que veía cómo la niña comenzaba a caer hasta que la lanzaba hacia el hombre.

¿Quién era esa niña?

Mientras que no le había visto la cara al hombre, a la niña la recordaba claramente.

Era pequeña, con unos bonitos ojos verdes y con el pelo de un cálido color anaranjado.

Poco a poco un cálido sentimiento se fue abriendo paso entre los neblinosos recuerdos.

Aquella niña era Leira, su pequeña, su tan querida hija.

Las lágrimas comenzaron a surcar el rostro de Nsra mientras recordaba el tiempo que había pasado con su familia. Con su hija. Con su marido.

Ahora lo recordaba. Aquél hombre era Ceil, su amigo de la infancia y su marido.

- Gracias, Abuela. – Dijo cuando pudo volver a hablar. – Muchas gracias.

- No hay de qué. – Respondió con una sonrisa mientras le levantaba para darle un abrazo a la joven. – Poco a poco terminarás de recordarlo todo, hija, no te fuerces.

Nsra asintió, se levantó, de despidió de la Abuela y nadó hacia donde se encontraban sus amigas.

- Gracias por todo, Abuela, pero no te preocupes, - pensó. – Ya recuerdo todo…

“Todo menos la cara de Ceil y los sentimientos que tuve mientras era humana”

Ese último pensamiento continuó haciendo eco en su mente mientras nadaba.


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